Giselle rompió el círculo

Gisele Pelicot, 72, © Christophe Simon, AFP
La distancia que nos une

Retornando de unas vacaciones familiares, a medio camino entre Toronto y Montreal, nos detuvimos a estirar las piernas en un lugar muy turístico donde preparan los tradicionales pasteles de manzana. El haber padecido por casi tres lustros los intensos inviernos canadienses, me habían enseñado a apreciar la maravilla del calor veraniego de agosto. Ver a mis hijas jugando en el pequeño zoo que tenían en los alrededores del parador, me hizo sentir feliz, estaba viviendo una vida bonita y ellas también. Dejé a las niñas al cuidado de su padre y me dirigí a comprar los famosos pasteles. Mientras caminaba hacia el negocio, sentí como el peso de un par de semanas de vacaciones se acomodaba en mis hombros, moví el cuello para espantar el cansancio, y extrañé con fervor mi cama, que solo estaba a un par de horas de distancia. Acariciada por el sol, me dispuse a subir las escaleras que me separaban de la entrada del establecimiento. A medio camino, sobre la escalera de madera pintada de azul, me quedé petrificada ante una señal que llamó mi atención, su mensaje inesperado erizó cada uno de los vellos de mi cuerpo, evaporando cualquier rastro de alegría que hubiera sentido, a la misma velocidad que le tomaría a mis niñas devorar el pastel de manzana. Aquel, en apariencia, simple mensaje, me batuqueo contra el suelo sin misericordia, lanzándome un cubo de gélida nostalgia. Me sentí perdida, extraña, con miedo. Allí, en grandes letras azules, una flecha que marcaba hacia el sur, me decía que no eran solo una par de horas, sino que me encontraba a unos infinitos 3.849 kilómetros de casa. La orfandad empañó mi agradable sentir de hacía unos minutos. No importaba si habían pasado casi dos décadas desde que había empacado las maletas, no importaba si ahora había construido una nueva vida en otro país, no importaba si tenía amigos, si había aprendido las costumbres, si me sentía segura. No, nada importaba, la única verdad era que estaba muy lejos de mi hogar. Volvimos a la carretera. Con la panza repleta y arrulladas por el movimiento del auto, las niñas tomaron una siesta, lo cual mi apocado estado de ánimo agradeció. Mirando por la ventana del coche, sabía que al final de la noche estaría feliz de volver a mi cama, pero con ese inefable sentimiento de ser una extraña en todas partes. El volver a la comodidad de mis cosas, me hizo sentir reconfortada. Pero cuando la noche dejó atrás el bullicio y puse la cabeza en mi almohada, volvió a inundarme ese malestar de no estar en donde pertenezco. Me regodeé un rato en el impacto que aquel cartel seguía ejerciendo sobre mí, pero yo no era una novata en esto de extrañar, así que comencé a recordar las cosas que me alejaron de casa. Rememoré los sinsabores, el miedo, la impotencia; recordé por qué me fui. Casi logré mi objetivo de calmarme, pero mi mente hizo trampa colando paisajes que me hicieron flaquear de nuevo. Encendí la TV para alejarme de mis nostalgias y me encontré con una frase de Heráclito, que dio respuesta a las preguntas que martillaban mi cabeza: “No es posible bañarse dos veces en el mismo río, porque nuevas aguas corren siempre sobre ti”. Me imaginé a mi yo de ese momento, volviendo a los lugares que tanto añoraba, y me vi también allí como una extraña. Comprendí que lo que me separaba de la ciudad donde crecí, me hice mujer, estudié y me casé, no era una distancia física. No, no eran ríos o países los que me distanciaban de aquel rincón un poco apartado del Parque del Este, donde una tarde de mayo recibí mi primer beso. No, no eran millas lo que me impedía disfrutar de la cháchara de mi Tía Chela mostrándome lo imponente que se veía el Ávila por las mañanas; No, no eran kilómetros los que no me permitían aspirar los aires de triunfo con los que llené mis pulmones luego de ganar una medalla en los campeonatos de atletismo de la escuela. No, no era el sistema métrico el que me tenía alejada del canto acompasado de la cascada Paraíso, donde sus prístinas aguas me renovaban con la vitalidad de la montaña. Si no era una longitud, entonces como podría volver a ver esa ciudad que guardaba el patio de juegos donde corrí mi infancia. Qué tan distante me encontraba de la sombra del gran árbol de mango, el que durante la felicidad de la niñez me dio cobijo en sus ramas, y endulzó mi paladar con sus frutos. Sí, sí, el mismo que alfombraba de amarilla abundancia el suelo, y que varias veces me hizo casi reventar de glotonería. Cómo volvería a esa ciudad llamada alguna vez la capital del cielo, donde dejé la piel de mis rodillas mientras aprendía a montar en bicicleta. Aquella en la que volaban libres las hojas de mis primeras historias, y en donde aún retumban los acordes de mi voz infantil cantando a la Víbora de la mar. Ese rincón de la tierra en el que corría gritando como una loca ¡TONGA! Para saltar y caer sobre una larga fila llena de mis amigos. Cómo poder admirar de nuevo el valle azul donde me emborraché de alcohol y de amor, algunas veces al mismo tiempo. Cómo regresar a esa selva de concreto rodeada por una muralla verde, donde aprendí a ser una adulta responsable, al seductor ritmo de la rumba junto a mis compañeros de oficina. Cómo retornar a ese espacio donde habitan mis recuerdos, mis medallas o mis títulos. Sí, a ese lugar que cada tarde me maravillaba, cuando la sinuosidad de la silueta del Ávila recibía el beso de los últimos colores del atardecer. Arropada por la seguridad de mi nuevo hogar y con la esencia de haber viajado por mis recuerdos, entendí que esa ciudad, a la que tanto extrañaba, era diferente de la que está al norte del sur de
La verdad sobre el caso Harry Quebert

Autor: Joël Dicker Cuando inicie esta nueva relación con las letras del suizo Joël Dicker, solo fueron necesarios 3 días para devorarme las 793 páginas que me trasladaron a Aurora, New Hampshire. La forma de Dicker de llevarte al clímax, y luego sorprenderte con un giro de trama, hace que este libro sea adictivo. La narración detallada, contada en varios espacios temporales -1975, 1998 y 2008- te desgrana en desorden, el por qué el cuerpo de la joven Nola, aparece enterrado en el jardín del afamado escritor Harry Quebert, autor de una de las grandes novelas de todos los tiempos. La historia nos la narra Marcus Goldman, joven escritor que acaba de ganar reconocimiento con su primera novela, pero que sabe que su nuevo mundo de éxito literario se tambalea, al no encontrar inspiración para su segundo libro. En su desesperación, Marcus decide visitar a su ex profesor y mentor, Quebert para conseguir algún consejo. Durante la visita de Goldman, Quebert es acusado de asesinato y Marcus se ve obligado a indagar la verdad escondida en los rincones del pequeño pueblo. El resultado puede ser su consagración o su definitiva bajada a los infiernos. Solo después de leerlo, un comentario de @ayelenfesker sobre como el libro romantiza a la pedofilia, me dejó pensando. La protagonista es una joven de 15 años que mantiene una relación secreta con un hombre de 34, y aunque Dicker no describió escenas donde se consumara esta relación prohibida, y estoy consiente de que una quinceañera tiene todas las herramientas físicas para cautivar a cualquier hombre, no es menos cierto que mentalmente, muchas a esa edad, continúan siendo niñas, por lo cual son muy fáciles de manipular, y es precisamente esa inmadurez la que llevó a Nola a la muerte. Los pasajes que se refieren a cómo afrontar las dificultades comunes de los escritores, la falta de inspiración, la procrastinación, etc., fueron mis partes favoritas y más reflexivas. La historia en sí, es una cadena continuada de mala suerte, coincidencias nefastas y miedos irracionales. Para mí, lo maravilloso de este libro es la forma cómo Dicker nos cuenta ka historia, haciéndonos partícipes de cada descubrimiento que hace Marcus. Tuve que llegar hasta la última página, para enterarme de toda la verdad sobre el caso de Harry Quebert. Y tú, ¿ya sabes quién mató a Nola? Nos vemos entrelíneas…
La Ñ que nos une

Como parte de las celebraciones por el día del español, tuve la oportunidad de participar en la Universidad de Nebrija en Madrid, en un evento organizado por la cátedra de idiomas modernos, en el cual compartí con ciudadanos provenientes de Ucrania, Francia, Italia, Rusia, Kazajistán, o el Congo, entre otros. Estas personas de lugares tan distintos y distantes, están aprendiendo nuestra lengua. Allí, en la universidad que lleva el nombre del gran humanista español, fui de nuevo testigo del poder unificador de un idioma. Aprender otra lengua es abrir una puerta a nuevas culturas y formas de pensar que enriquecen tu vida, tu espíritu. Hace algunos años yo misma fue participante de un proceso similar que me permitió aprender francés, por lo cual me identifiqué mucho con las dificultades que estas personas estaban pasando para poder expresarse en español. Pero para mí, aquella época de aprendizaje del idioma de Voltaire, me permitió darme cuenta de lo maravilloso que es ser parte del gentilicio hispano. El español es lengua común en más de 20 naciones, principalmente en América Latina y España, además de ser idioma oficial en muchos otros lugares, como en Guinea Ecuatorial. Es una de las lenguas oficiales de las Naciones Unidas y la Unión Europea. SOMOS CASI 600 MILLONES CON LA Ñ EN NUESTRAS VIDAS Según el último anuario del Instituto Cervantes, hoy en día somos casi 493 millones de personas que tenemos al Español como lengua materna, y si nos sumamos con aquellos que lo están estudiando, superamos los 591 millones de almas que tenemos a la “Ñ” en nuestras vidas. Ni que hablar de que el español es la tercera lengua más utilizada en la red. Piensa que puedes recorrer casi todo un continente sin cambiar de idioma, e incluso participar en un mercado económico tan grande como el norteamericano. Por ejemplo, ahora yo, que soy venezolana, escribo estas palabras desde Madrid, y alguien que puede estar en Colombia, Costa Rica, Ecuador o Paraguay, las lee sin que sea necesario realizar ninguna traducción. LA SEGUNDA MÁS HABLADA Nuestra lengua es la segunda más hablada en el mundo después del chino mandarín, por lo cual nuestra unión es un importante mercado cultural y comercial. Por nuestra cantidad y similitudes, los hispanohablantes podemos convertirnos en una hermandad capaz de lograr cosas muy positivas para todos. El español es una lengua muy rica y diversa, que posee una larga historia, Antonio Nebrija publicó su obra, Gramática castellana, en 1472, siendo el primer tratado de una lengua europea moderna. Desde entonces y hasta hoy, contamos con miles de escritores y poetas que lo certifican. La poesía de autores como Federico García Lorca, Jorge Luis Borges, Octavio Paz o Rafael Cadenas, así como la prosa de escritores como Rómulo Gallegos, Gabriel García Márquez, Isabel Allende o Mario Vargas Llosa, son solo algunos ejemplos de la riqueza de la literatura en español. Nuestra lengua es uno de los legados más valiosos que tenemos, un patrimonio invaluable que debemos preservar. Nuestra misión es transmitir la lengua de nuestros padres, a las nuevas generaciones, sobre todo si no vivimos en países hispanoparlantes. Pues es parte de nuestra historia, y un puente que une regiones separadas por caminos, montañas u océanos, acercándonos a millones de personas en todo el mundo a través de su uso y de nuestra cultura compartida.
4 desafíos de criar hijos en otra cultura

Mamá de allá, hija de acá Por Karla Ron Arévalo Cuando uno sale de su patria, jamás se imagina a la cantidad y al tamaño de los retos a los cuales se va a enfrentar en el futuro. Si además se decide emigrar a un país de cultura y lengua distinta, la dimensión del desafío aumenta de forma exponencial. Pero de todos los obstáculos a los cuales me he tenido que enfrentar en este camino de migración por el cual llevo 20 años transitando, el criar a mi hija en una cultura tan distinta a la mía, ha sido el mayor. Miranda llegó a Montreal con 4 años, juntas nos enfrentamos al aprendizaje de una nueva lengua (el francés), a conocer y adaptarnos a nuevos códigos de comportamiento, y a la desinformación o falta de comprensión por mi parte de esos códigos. Criar hijos en otras culturas es todo un reto, pues las expectativas, normas y valores pueden diferir en muchas ocasiones de forma significativa de una cultura a otra. Estas son algunas de las dificultades que yo tuve que enfrentar mientras mi pequeña crecía inmersa entre dos mundos: 1 – Diferencias en las expectativas culturales Es muy probable encontrar que se tienen expectativas culturales muy distintas en cuanto a la crianza de los hijos. Estas diferencias pueden resultar en conflictos entre los padres y los niños, unos por no estar habituados a las nuevas costumbres, y los otros, porque quieren encajar con sus nuevos pares. Para ejemplificar un poco, en Montreal los niños van solos al colegio, incluso desde los primeros años de la escuela primaria. Para mí eso es inconcebible, y siempre acompañé a mi hija hasta que consideré que era lo suficiente madura para estar sola por la calle. Pero conocí casos de amigos inmigrantes que tuvieron problemas con sus hijos, pues los niños querían gozar de la misma independencia que veían en sus compañeros de clase. También eran común entre los inmigrantes latinos, comentar como muchos niños retaron a sus padres con llamar al número de emergencia 911, para reportarlos por malos tratos, pues el método latinoamericano de crianza podía parecer un poco subido de tono, visto desde la perspectiva quebequense. 2- Dificultades en la comunicación Cuando se crían hijos en otra cultura, existen barreras en la comunicación debido a diferencias en el idioma y la forma de expresarse. Los padres pueden tener dificultades para entender las necesidades y deseos de sus hijos y para explicar sus propias expectativas. Mi hija no siempre entendía de qué hablaba, pues no conoció el contexto en el cual crecí yo, su rutina era muy distinta a la que su padre y yo tuvimos de pequeños, no cantamos las mimas canciones o recitamos las mismas adivinanzas, así que yo aprendía con ella cada día. Una vez cuando Miranda tenía unos 8 años, se acercó con cara de preocupación y me dijo: —Mamá, ¿qué es un inmigrante? Todo el colegio habla de eso y yo no sé qué es. Ese día entendí que ella y yo ya hablábamos otro idioma, y que ambas tendríamos que hacer un esfuerzo para ponernos en el contexto la una de la otra, si queríamos entendernos. 3- Dificultades para adaptarse a nuevas normas culturales Cuando se cría a un hijo en una cultura diferente a la propia, los padres tenemos dificultades para adaptarnos a normas diferentes y prácticas culturales que no, no son propias y eso puede perjudicar la relación con los hijos. En este punto, la comida fue uno de los grandes obstáculos que se nos presentó a Miranda y a mí. Muchas veces el olor condimentado de mi comida la hacía sentirse insegura al destapar su termo del almuerzo, pues lo penetrante de una tortilla de patatas o unas arepas rellenas, podían despertar la curiosidad malsana de otros niños. Todavía ambas nos sonrojamos de pensar en cómo le quedó manchada la ropa a su maestra de segundo grado, al abrirle a ella el termo que contenía una malta que había estado batiéndose durante horas en su mochila. 4- Dificultades para transmitir los valores propios Requiere de mucha paciencia y explicación inculcar en los hijos los valores, la cultura y el bagaje con el cual se viene desde nuestro país de origen. Muchas veces me enfrenté a valores y creencias extrañas para mí, tuve que hacer malabares, tragar fuerte y lidiar con que mis convicciones no tenían el mismo peso, por lo cual no siempre fue sencillo transmitirlo de forma que ella lo entendiera, más aún en los años de la adolescencia. La visión de las relaciones sexuales, la posición frente al aborto, las drogas, los amigos, fueron temas que me hicieron “tragar duro” y me sacaron “canas verdes”, para hacerme entender y no generar la tercera guerra mundial en el salón de mi casa. Al final siempre terminaba cualquier discusión con una frase que resumía todo: “De esa puerta para adentro es Venezuela, y punto” En fin, criar hijos en otras culturas es un desafío alcanzable, eso sí, requiere de mucha paciencia, análisis y educación, pero al completarse ofrece todo un nuevo nivel de satisfacción personal, y una ampliación indiscutible de los horizontes mentales. En lo personal, a mí me llena de un orgullo indescriptible cuando veo la mujer multicultural y trilingüe en la que se ha convertido hoy mi hermosa Miranda. Artículo publicado en el Blog de la Fundación Entre Soles y Lunas
Historias mágicas de la realidad cotidiana

Hola, soy Karla, creadora de historias. Desde pequeña he vivido en un devaneo entre la realidad y la fantasía, con un relato constante al borde de los dedos. Archivo en mi memoria las historias que me rodean, creando una biblioteca de la que me nutro, cuando de contar cuentos se trata. Relatos románticos, a veces violentos o incluso fantásticos, se pasean en mi cabeza, siempre manteniéndome con los pies un poquito alejados del suelo. Escribir, algo natural Recuerdo que a los 8 años escribí mis memorias, yo tenía la convicción de que ya había acumulado una gran cantidad de experiencias interesantes. Desde entonces he escrito. Incluso me valí muchas veces de mi habilidad con las palabras, para conseguir trabajos para los que no tenía la titulación necesaria, y gracias a esta ella, yo tuve un gran éxito en muchas ocasiones. Solo hasta que llegué a España, después de la treintena, comencé a educarme para mejorar aquello que siempre se me había dado bien naturalmente. Mi llegada a Madrid, a principio del recién estrenado siglo, me abrió las puertas a una ciudad que respiraba literatura, fue un flechazo. En sus calles, vi por primera vez, como los escritores eran tratados como estrellas, se les ofrecía un espacio y se les daba el justo valor, por el gran aporte que dan a este maravilloso idioma, que nos une y hermana a tantos. En Madrid, sentí un estallido de ganas de concretar lo que yo no sabía cómo organizar. Comenzó la necesidad de ofrecer educación formal, a esa vocación que me hervía por dentro. Escribí muchos relatos, y comencé el borrador de lo que es hoy la novela corta “Por los pies entra la muerte”, y que fue mi trabajo final para el diplomado de escritura creativa que realicé. Puedes recibirla gratuitamente aquí. Viviendo con mis personajes Decisiones que se toman en familia, me hicieron emigrar de nuevo, pero esa vez aterricé en el blanco invierno de Montreal. Fueron quince años retadores, tanto en lo personal, para adaptarme a una cultura tan disímil de la mía y aprender dos idiomas (inglés y francés); como en lo físico, pues además de conocer los trucos para sobrevivir a uno de los inviernos más duros, ocurrió que duplicamos de un día para otro, a nuestra pequeña familia de tres. Aunque el español era el idioma oficial de casa, mis esfuerzos se dirigieron a vivir, y a aprender a comunicarme con los otros en sus lenguas. Nunca dejé de escribir, pero tenía el plato repleto de tanta realidad, que la fantasía se escondió por los rincones. Creo que esa fue la época cuando he tenido los pies más cerca de la tierra. Una década vivida en la nostalgia, nos llevó a organizar una reunión familiar en Málaga, pero nada me había preparado para el verdadero reencuentro que tuve con el idioma español, que hizo resurgir mi gran amor por escribir. Allí, entre la sal del mediterráneo y la alegría de encontrarme con tantos cariños, comencé a escuchar los susurros de Providencia. En un poco más de medio siglo, he logrado acumular una gran biblioteca de historias, de ella se asoman personajes que me cuentan sus vidas, sus pequeñas tragedias o sus grandes amores. Desde hace un tiempo, comienzan a hablarme de forma tan clara y directa, que no puedo hacer nada más que contarlo. Así que, después de mucho conversar con ellos, hoy les presento la que será mi primera novela: El Dulce Esfuerzo de Amar. Puedes ver la Sinopsis aquí. La vida, pandemias, hijas, mudanzas, trabajos, querían impedirme escuchar a esos personajes, pero logré rasgar el tiempo, y puse atención a lo que me contaban mientras doblaba la ropa, o montaba un arroz. Cuatro años después escribí el tan ansiado Fin. Entre las líneas de mi primera novela, me crucé con escritores talentosos, que me inspiraron a contar mejor mis historias, al escuchar las suyas. Con ellos comparto tres relatos sobre el amor, la culpa y la tristeza, en la recopilación de Relatos cortos de la Antología de Scribook, que puedes comprar aquí. Nada como enamorarse de su propio texto para sentirse inspirada, así que gracias a ello, fui volviendo a la vida con cada tecleo, con cada relectura. Ahora que estoy en proceso de corrección de El Dulce Esfuerzo de Amar, con mi editor, vuelvo a sentir gran emoción al pensar en los personajes, sigo escuchando sus voces, los imagino en sus espacios. Estoy ansiosa pensando en el momento en que tú puedas conocerlos, y espero con toda mi alma, que llegues a amarlos, así como lo hago yo. Hoy, que he vuelto a mi querida Madrid, por fin veo cristalizarse muchos de mis sueños. Me doy la enhorabuena y la bienvenida por reencontrarme, otra vez en el camino, que desde los 8 años he transitado, seguro me desviaré, como otras veces, pero ahora tengo la convicción y la visión de que estoy cerca de mi destino. De todo corazón, espero que nos sigamos viendo entrelíneas.
Aquitania

Autora: Eva García Sáenz de UrturiPremio Planeta 2020 Tiempos difíciles hacen hombres grandes, pero en este caso, mujeres, y en Aquitania, se ven los trucos utilizados por las mujeres de la época, que desde la sombra de ser consideradas menos que personas de segunda, incluso si eras una reina, buscaban imponer su voluntad, o simplemente defenderse, ante un mundo creado por y para hombres. Corre el año 1137. Eleanor, de tan solo trece años, se entera de que su amado padre, el duque de Aquitania, ha sido asesinado en Compostela. Ahora es la heredera de la región más codiciada de Francia. Por ello traza una venganza, en donde, ella misma, será el cebo para destruir a quién supone el asesino de su progenitor, el rey de Francia, y a toda su descendencia. Al consumar el principio de su venganza, que es casarse con el príncipe heredero al trono de la Flor de Lis, la repentina muerte de su suegro de la misma forma que su padre, hace que sus dudas, sobre quién es el asesino y a quién beneficia ambas muertes, la agobien en la soledad de su nuevo reinado, alejada de su mundo y rodeada de enemigos. Este thriller medieval se enfoca en los primeros años de vida de Eleanor, conjugando amor, incesto, venganza, venenos y terribles maneras de matar. Bien orquestado y ambientado, logras comprender las razones de Eleanor para generar complicadas estrategias para mantener el poder, jugando con sus amplios recursos económicos. Esta heroína real logró superar las intrigas, complots y bajezas a las cuales tuvo que enfrentarse para mantenerse como duquesa de Aquitania, y como reina de Francia. Este libro me mantuvo en vilo y me sorprendió con su giro final, el cual debo confesar no me esperaba. Dividido en cuatro partes, cada una cuenta un espacio de tiempo relevante para entender el complot orquestado por los enemigos de uno u otro bando, y para saber quienes al final terminaron siendo aliados. En sus notas finales, la autora Eva García Sáenz, quien ganó el Premio planeta 2020 con este libro, habla de la vida de Eleanor de Aquitania, la cual fue larga y muy controvertida, por lo cual pude ver la posibilidad de tener una segunda o tercera parte. Esperemos que así sea. ¿Leíste Aquitania?, ¿Te gustan los thrillers medievales? Nos vemos entrelíneas…
La Catedral del Mar

Serie 8 capítulos en Netflix Cuando leí el libro quedé impactada, no solo porque terminé más de 600 páginas en un tiempo inaudito, sino porque sufrí con todas las cosas terribles que le pasaron a los Estanyol. Es usual que cuando se hace la adaptación audiovisual de un libro de esta magnitud, no se quede satisfecho con el resultado, pero no fue el caso con la serie de 8 capítulos basada en este increíble libro de Ildefonso Falcones. La Catedral del Mar se basa en los acontecimientos más relevantes de este siervo, que pasó de ser un simple niño que ofrecía agua a los bastaixos, a llegar a los más altos cargos e incluso un título nobiliario. Pero es que Arnau, como su padre, fueron hombres de gran rectitud y humanidad, en una época donde ser perverso era lo normal. En la próspera Barcelona del siglo XIV, se puede llegar a ser un hombre libre, y es por ese ideal que Bernat Estanyol deja atrás su tierra, escapando de la perversidad de su señor feudal, buscando una vida mejor para su hijo Arnau. Después de vivir la pérdida de la persona que lo cuidó durante sus primeros años, Arnau buscó el amor maternal que le faltaba en la Virgen de la Mar, patrona de los bastaixos, hombres que ofrecieron su esfuerzo físico, para transportar pesadas piedras desde la cantera hasta el lugar donde está erigida la iglesia del pueblo. Uno de los aspectos que más me impactó, además de la crueldad de las personas, fue como se cumplía con rigurosidad las leyes, que en muchas ocasiones eran brutales y en otras bastante justas. En este drama medieval, existen dos bandos bien definidos, los buenos y los malos, donde los malvados eran realmente perversos y los buenos estaban sometidos a sus designios. Pero aunque pareciera que lo único más grande que una catedral es la maldad humana, en esta historia se puede evidenciar que la bondad es aún mayor. Si no has visto “La catedral del mar”, te recomiendo ponerte al día, pues en cualquier momento se estrena “Los herederos de la tierra”, serie basada en el libro del mismo nombre, que es una continuación, de esta joya que te recomiendo leer y ver. ¿Ya leíste alguno de los libros, o viste la serie, cuéntame que te parecieron? Nos vemos en Netflix…
Como agua para chocolate

Autora: Laura Esquivel, Esta novela, narra la vida de Tita, una joven de buena familia que creció en el tiempo de la revolución mexicana, en un mundo donde la cotidianidad transcurre entre la realidad, la magia y las costumbres. Su vida trascurre en los fogones de la cocina familiar, por lo que estuvo entre los sabores y olores de las recetas más típicas de su época. La relación entre Mamá Elena, su madre y Tita, siempre fue tensa, pues la hija no entendía la injusticia, y la madre no aceptaba que otra gozara de la felicidad que ella no tuvo. Pues decidió que la tradición familiar continuara, al impedir que Tita se casara, pues por ser la menor, ella tenía la obligación de cuidar a su madre hasta su muerte. A raíz de lo cual Pedro, el enamorado de Tita, acepta la mano de la hermana mayor de esta, y es allí cuando comienza el calvario de estos dos amantes, que debieron compartir el techo mientras aplacaban sus ganas. Lo más interesante de este libro es el cómo es contado, pues aunque el tiempo de la historia abarca muchos años, su lectura está divida en doce capítulos, representando cada una un mes del año, en donde se explica con detalle una receta, que a su vez forma parte de la historia. Es un libro sencillo de leer, con pasajes hermosos sobre el amor, reflexiones profundas sobre la decencia y la vida en general. Algunos hablan de las representaciones profundas de la obra, pero para mí fue encontrar a una mujer que se reveló ante los convencionalismos y las injusticias a las que fue sometida. El estilo particular que utiliza la autora, me hizo la obra tan cercana, que la sentí como si fuera mi abuela la que me contara la historia, mientras me enseñaba a preparar algún plato en su cocina. Esta novela fresca y hermosa, fue incluida por el diario El Mundo, dentro de las 100 mejores novelas en español del siglo XX. ¿Ya herviste el agua para que estuviera a punto para el chocolate? Nos vemos entrelíneas…